Recien desempacado de un viaje, hago la siguiente reflexion: desde hace días, para ser mas exacto, desde hace tres, la cabeza se me lleno de la poesia de Alfonso Reyes, el texto que se me vino a la cabeza fue El sol de Monterrey, lo estuve cantando, leyendo, recordando, no se porque, ni quiero indagar las mposibildades reales de la magia de Alfonso Reyes, solamente disfrutar este poema. El creer o no sobre las lecturas de la vida diaria que se nos presentan en simbolos y metaforas es un rollo muy dificil de describir, sin embargo, el Sol de Monterrey esta ahi, jugando en mi patio, enredándose en mi cuarto, correteando a la escoba, en fin, se los dejo para su disfrute correspondiente.
La caja del Varo
No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el niño andante,
y el sol, mi escudero.)
Todo el cielo era de añil;
Toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.
Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardíanl
as ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.
Y a mí el sol me desvestía,
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
-¡Ya llevas sol para rato!
-Es tesoro – y no se acaba:
no se acaba – y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
Que ya tanto sol me cansa.
Yo no conocí en mi infancia
Sombra, sino resolana.
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